Xuegong Jie (学宫街) y Laodaoqian Jie (老道前街) son dos callecitas en el distrito de Huangpu, en Shanghai.
Las calles son ruidosas, llenas de vida. Hay casas bajas, comida callejera y también bicicletas y motos eléctricas que se abren paso entre los transeúntes y los tenderos. Pero la peculiaridad es que ambas calles encierran un bellísimo templo: el Templo de Confucio en Shanghai (文庙).
El templo parece chocar con el bullicio que lo rodea, fuera solo hay un pequeño cartel y la taquilla consiste en dos pequeños agujeros en el muro delante del templo. Un guardia en uniforme vende las entradas, y para quien llega por Hunan Nan Road es difícil orientarse entre las calles para encontrar el acceso.
Por suerte, las guías turísticas no olvidan el templo, así que leyendo información sobre cuáles son las mejores atracciones de Shanghái, no solo me enteré de la existencia del Templo de Confucio, sino también de sus peculiaridades: cada domingo hay un extraordinario mercado de libros usados.
El precio del billete es de diez Yuan, pero el domingo para caminar entre los puestos de libros usados que invaden el templo es suficiente comprar el billete al precio simbólico de un Yuan.
Historia del mercado de libros de Shanghai
El mercado de libros comenzó en los años 80. En Shanghai no había ningún lugar donde los libreros pudieran reunirse y vender libros, por lo que surgió la iniciativa de varias editoriales, tomando como modelo los mercados de libros usados de las ciudades europeas (sobre todo los quioscos verdes a lo largo del Sena en París), de crear el mercado de libros.
Hacía poco que había terminado en China la revolución cultural, y durante este período de fuertes cambios y disturbios, la compra y venta de libros fue algo muy delicado. Muchos libros (especialmente occidentales) fueron prohibidos en China durante la Revolución y no abundaban las librerías, por lo que en la década de 1980 hubo mucho interés en la creación del mercado de libros.
En sus comienzos, se llevaba a cabo solo los días de las principales festividades chinas, y las editoriales vendían los libros con descuento. Pronto, sin embargo, el mercado creció, y más allá de las editoriales, cualquiera que tuviera libros para vender podía conseguir un puesto en el templo.
Desde 1993, el mercado se celebra todos los domingos. Las editoriales ya no usan el templo para vender libros: se trata de un mercado de libros usados, donde además también se pueden encontrar estatuillas, cómics, instrumentos para caligrafía, etc.
Mi domingo en el mercado de los libros
Un domingo de noviembre decidí ir al mercado. Salí de casa pronto, en torno a las 7, pues había leído que el mercado abría a las 7:30 y cerraba a las 16:30, pero para encontrar buenas oportunidades hay que ir temprano para evitar que se te adelante algún coleccionista.
Llegué al templo cargado de expectativas, con la esperanza de encontrar buenos libros y buenos libreros para conversar. Puedo decir que el hermoso ambiente que encontré recompensó mi madrugón.
Tras atravesar la entrada principal del templo, llegué a un gran patio desde donde se accedía al templo y donde había sentados en taburetes señores completamente absortos en su lectura. Pasado ese patio, encontré un gran claro ruidoso lleno de libros y personas
El ambiente era increíble: puestos por todas partes, tanto en los laterales del patio como en el centro. Comencé a observar los libros de los puestos y vi de todo: clásicos de la literatura china, las cuatro grandes novelas (四大名著), literatura occidental, pero también cómics, DVD, cassettes y antigüedades.
Eché un vistazo a los diferentes puestos y llamaron mi atención los cómics del último puesto de la izquierda. Esperaba poder hablar con el señor, pero en cuanto me vio, llamó a un colega más joven que hablaba inglés.
Su colega, el señor Shi, me permitió amablemente ver todos sus cómics, explicándome que este tipo de cómics chinos, mucho más pequeños que los nuestros (como un talonario de recibos) en chino se llaman Huan Lian Hua (连环画) y los hay de todo tipo: con argumento histórico, mitológico, revolucionario y también adaptaciones en cómics de películas y leyendas occidentales.
Me dirigí hacia el lado este del patio, donde vi un puesto lleno de gente, me acerqué y había Lian Huan Hua de todo tipo. El puesto lo regentaba el amable señor Huang, un tipo de unos setenta años algo anacrónico. Le hice algunas preguntas mientras me hablaba de los cómics, y al darse cuenta de que estaba interesado en obtener más información sobre el mercado de los libros, llamó a uno de sus clientes, el señor Zhang.
Zhang era un cliente que no había faltado ni un domingo desde que se abrió el mercado. Llegaba por la mañana para tratar de aprovechar las buenas oportunidades y charlar con otros clientes habituales en el mercado.
Comprobé de inmediato que era una persona culta. Su mandarín era perfecto a pesar de que había nacido y se había criado en Shanghai, conocía la historia del país y la ciudad de Shanghai, así como del templo de Confucio.
«Cuando empezó la revolución cultural era un niño, mis recuerdos comienzan a finales de 1975, cuando tenía ocho años», así comenzó a hablarme el señor Zhang, «¿Sabe las críticas que recibieron Lin Biao y Confucio? En ese periodo, todo lo relacionado con estos sabios se prohibió en China, por lo que el templo fue parcialmente destruido y utilizado como campo de tiro».
Continuó explicando que las alas laterales del templo fueron destruidas y luego reconstruidas, mientras que la parte central permaneció igual. Señalo uno de los corredores del patio central diciéndome:
«¿Ves esas puertas de madera? Allí hace un tiempo la guardia roja solía disparar para entrenarse y luego, a partir de los años ochenta, la situación cambió. El templo retomó su función inicial y llegaron las editoriales».
Seguimos hablando y me confirmó que el mercado de libros en sus inicios tenía lugar solo tres veces al año: el día de los trabajadores, el Año Nuevo chino y la fiesta de la república. Desde 1993, durante el gobierno de Jiang Zemin, las cosas cambiaron y el mercado comenzó a celebrarse todos los domingos. Le di las gracias al Sr. Zhang, nos hicimos una foto con los señores en torno al puesto del señor Huang, me despedí y me marché.
Conclusión
Recomiendo a todos los que estén en Shanghai que den una vuelta por el templo el domingo por la mañana, no solo para ver los libros, sino para disfrutar de la humanidad y la amabilidad de las personas que lo frecuentan. Además, nadie me obligó a comprar nada, como suele ocurrir en los mercados chinos.
De hecho, muchos me insistieron en que podía hojear los libros si quería y luego dejarlos, y no estaba obligado a comprarlos, como si de algún modo les interesara más que aún hubiera personas que fueran al mercado para así poder continuar con esa maravillosa tradición.
Photo Credits: Photos by Gianluca Falso