El Palcio Potala visto del Templo Jokhang
Apenas llegué a Lhasa, una de las pocas cosas en que podía pensar era que necesitaba una ducha. De esas largas. Llegamos en tren y habían pasado ya dos días desde la última vez que me había lavado.
Aparte de eso, me sentí satisfecho. Uno de los regalos más bonitos que me hicieron de niño fue un globo del mundo. De acuerdo Tore, podrían haber invertido en uno mapa del mundo mejor. Pero aunque el mío era plástico adoraba mirarlo, aprenderme de memoria los nombres de los países, algunos de los cuales, como la URSS o Yugoslavia, ni siquiera existe ya.
Miraba el mapa mundi, y desplazaba mi dedo índice de la mano derecha a través de su superficie, y me podía ver en París, o incluso en Los Angeles … después de todo eran sitios que conocía, sólo gracias a la televisión.
¿Pero llegar hasta el Tíbet? No, mi mente no era capaz de vuelos tan audaces.
Pero, como afirman los que son más sabios que yo, a veces la realidad supera la imaginación. Así que aquí estoy, a los alrededores de la estación de tren en Lhasa, tres mil seiscientos cincuenta metros sobre el nivel del mar.
¿Hemos perdido a alguien?
La tercera cosa que pensé fue: «¿Dónde diablos está mi guía?»
Hacia, de hecho, dos días que no nos veiamos, desde que habíamos salido de la estación de Pekín en algún momento de la meseta tibetana. No estoy acostumbrado a seguir un guía. Pero viajar sólo en Tibet esta prohibido. Así que, aquí estoy en busca de mi Virgilio, ciertamente más rechoncho que el original.
Después de unos veinte minutos Virgilio, capitán coraje, logra reunirnos a mí ya mis compañeros de viaje en una apelación a un equilibrio inestable: Somos yo, mis tres amigos, dos chicas rusas, una docena de estudiantes internacionales en la Universidad de Lengua y Cultura de Beijing (BLCU), un chico coreano y seis o siete chinos.
La estación de tren de Lhasa
Impresiones de Lhasa
Antes de llegar allí, tenía una visión de Lhasa bastante romántica. Esperaba encontrar una ciudad mágica como en el vídeo del principio de este artículo. Una antigua ciudad donde perderse entre los callejones oscuros, mierda yak y monjes en oración.
Ingenuo.
Cuando llegué a la estación de tren – mira el primer minuto del vídeo de arriba para tener una idea – Rápidamente me di cuenta de que el «progreso» de China no se limita a golpear la parte oriental del país. El resultado es que hoy, aparte de la vieja ciudad, Lhasa se puede confundir con cualquier otra ciudad china, con sus amplias avenidas con seis carriles y sus edificios tan modernos como anónimos.
El hecho es que, llegó frente al Palacio Potala y me encuentro en frente a una gran plaza que converge en el llamado Monumento a la Liberación Pacífica (liberación de quién? Boh!), Que en realidad es un bloque de hormigón faliforme.
No es que la tenga tomada con los chinos por haber destruido el viejo Lhasa. Venga sí, la tengo tomada con los chinos. Pero Dejo a otros las criticas paternalistas, visto que nosotros los occidentales de ojos redondos, no somos mejores.
Sin ir más lejos, en Roma en el 36 se tuvo la brillante idea de derribar el barrio de Borgo di Spina, delante de San Pietro, para dar a luz a la horrible Via della Conciliazione (gracias Benito, eres uno de los nuestros!).
Pero, de nuevo en Lhasa, aparte de algún barrio, el Palacio de Potala y las montañas al fondo, la ciudad hoy en día no es tan diferente de Hangzhou y Wuhan. Bueno, más o menos. En Lhasa por lo menos hay aire fresco y cielo azul. Al igual que en Fuerteventura, sólo que a 3600 metros de altura y sin las playas.
Plaza de Potala
Quien se sienta está perdido!
Tan pronto como me siento en el suelo de la plaza para tomar mi clásica fotografía con los pies enmarcando el monumento de turno, un soldado chino comienza a correr, agitando los brazos y avisándome que me levante. El hecho de que sostiene entre sus manos un rifle de asalto probablemente cargado me convence a escucharlo.
Me ofende un poco, me enfurruño, no entiendo la razón de tan sonada reacción. Lo miro, y me da un poco de pena. Pero me voy sin decir nada. Después de todo es él el que esta empuñado la metralleta.
Sólo unos días más tarde descubro que está prohibido sentarse en la Plaza Potala desde que en 2008, cuando estalló r.e.v.u.e.l.t.a tibetana pre-olímpica, los monjes que se sentaron en la plaza para protestar.
<Furio enfrente del Palacio de Potala
El Palacio de Potala (Podrang Potala)
El Palacio Potala era la residencia del Dalai Lama. Hoy en día es un museo. No tengo fotos para mostraros por qué esta prohibido utilizar la cámara en el interior del edificio. De hecho, lo intente de todas formas, pero mi antigua cámara no quiso echar una foto decente visto que había poca luz.
La visita dura alrededor de una hora y media, y si eres un poco claustrofóbico, tendrás tus problemillas para subir y bajar el laberinto de escaleras, cuartos pequeños y estatuas de varios Budas (no me pregunteis el nombre porque en lugar de prestar atención a nuestro guía escuchaba Fabri Fibra en mi iPod, cuando repartieron la religiosidad yo estaba en el baño) que componen el edificio.
Monjes al sol que se hacen fotos con el móvil
La ciudad vieja y el templo Jokhang (Tsuglagkhang)
La ciudad vieja es uno de los barrios de Lhasa que más me impresionó y no sólo porque por fin tuve la oportunidad de probar la famosa (!?) hamburguesa de Yak. La cuestión es que aquí todavía se puede sentir la atmósfera de Lhasa.
Sí, ya sé que «atmósfera de Lhasa» no significa una m**rda y suena como uno de esos discursos vomitado en un folleto publicitario escrito por un agente mal pagado que trabaja en una agencia de viajes de poca monta. Lo que quiero decir es que, por primera vez desde que llegué a Lhasa, me sentí capaz de imaginar cómo era la vida aquí hace cien años.
Tibetanos que rezan en la avenida Barkhor
Cierto que la avenida Barkhor, la calle que circunvala el Templo Jokhang, probablemente era muy diferente antes de la llegada de los chinos y los turistas extranjeros. Pero los antiguos edificios todavía están allí, así como los tibetanos que caminan alrededor del templo incesantemente repitiendo sus cantos religiosos.
Sólo hace falta pretender no ver a los soldados!
Los soldados en la avenida Barkhor
P.D. Aquí encontrarás mi guía para viajar en el Tíbet.
Photo Credits: Photos by Sapore di Cina & Floraian Hudelist
Muy enigmática la ciudad de Lhasa. Me gustaría visitarla, lastima que haya tantas restricciones; en la lectura que hice me queda claro, que todo esta prohibido. Gracias por la información.
De hecho Lhasa es de los pocos lugares de Tíbet que los extranjeros pueden visitar con cierta libertad (sin necesidad de un guía).
Muy buenas fotos y relatos siempre e deseado ir al Tíbet
Muchas gracias por los informes
Carlos Arrazola de Colombia
Gracias por leernos