Han pasado cinco siglos desde que el padre Matteo Ricci, el único occidental junto a Marco Polo que figura en el Millenium Centre de Beijing, donde se cuenta la historia de los hombres que contribuyeron a la China moderna, llegó a la corte del emperador Wan Li siendo misionero católico, y entró en contacto con las reglas complejas y antiguas de la tradición taoísta que mueven el universo. Su papel como religioso no le permitió profundizar en esta auténtica filosofía, tachada de superstición, aunque se sintió fascinado por ella.
El Fēng Shuǐ (风水), nacido como arte geomántica enraizada en la tradición china antigua, es hoy una disciplina que establece las reglas de la mejor combinación entre elementos naturales y naturaleza antropizada.
La traducción literal de la palabra es viento y agua, los dos elementos que plasman la tierra de forma más significativa. No es casualidad que en Oriente las grandes piedras que sufren el efecto del viento y la erosión del agua, llamadas gōngshí, se consideren auténticas obras de arte.
El Feng shuǐ puede verse como el Genius Loci de la tradición de Augusto, ampliamente reproducido y diseccionado en los problemas de la arquitectura contemporánea por el arquitecto Norberg-Schultz.
En Hong Kong, el Fēng Shuǐ es la base de cualquier proyecto arquitectónico. La propia ciudad de Hong Kong es un lugar propicio para el Fēng Shuǐ por su situación respecto a la China continental. La cadena montañosa de la provincia de Guangdong se asemeja a la espalda de un dragón en movimiento que desciende hacia la isla, atravesando las aguas del Victoria Harbour y creando una armonía visual entre el cielo y la tierra, favorable para la prosperidad y la estabilidad.
El dragón asiático, lóng en chino, es opuesto a las criaturas mitológicas de origen occidental: es un protector benévolo y, como tal, se le agradece y venera. No debe, por tanto, sorprender que en muchos palacios residenciales de la ciudad haya aberturas más o menos amplias que parecen desafiar todas las reglas de la estática: se trata simplemente de un camino que permite al dragón llegar desde las montañas al mar sin encontrar obstáculos en su recorrido.
A finales de los 80, la torre Bank of China, edificio integrado en la actualidad en el paisaje urbano de la ciudad, fue el centro de un acalorado debate, nunca zanjado, por su proyecto al margen de los cánones requeridos por la tradición. El arquitecto Ieho Ming Pei, de origen chino pero criado y educado en Estados unidos, autor de la Pirámide del Louvre, fue acusado de poner en riesgo la economía de la isla por culpa de su obra que contravenía todos los cánones del Fēng Shuǐ, con sus perfiles agudos semejantes a cuchillas y las X conformadas por esquinas y ángulos.
Para evitar el riesgo de eventos desafortunados, el rascacielos fue inaugurado el 8 de agosto (octavo mes) de 1988, considerado el día más afortunado del siglo, lo suficientemente propicio para evitar lo peor. Pocos años antes, se había inaugurado la nueva sede del HSBC, a un tiro de piedra, obra del arquitecto Inglés Sir Norman Foster. En el diseño había colaborado un maestro de Feng shuǐ para asegurar la energía positiva: no se dejó nada al azar, desde los leones que guardan la entrada, que simbolizan el yin y el yang, hasta la posición de las escaleras internas, que respetan la lógica de la disciplina.
El Fēng Shuǐ también dicta las reglas en cuanto a la elección de materiales y colores, la orientación de los muebles siguiendo los puntos cardinales y los vanos, indicando incluso la decoración más óptima. Los maestros del antiguo arte obtienen importantes ingresos por determinar cómo colocar los objetos de la manera más propicia, llegando a asesorar sobre la ubicación de un ordenador o una impresora para favorecer los negocios.
Disney también se ha plegado a sus normas propiciatorias y la entrada principal de Disneyland Hong Kong se ha cambiado de lugar para facilitar la alineación del agua con las montañas.
Un agente immobiliario me contó el curioso caso de una oficina con atmósfera negativa. Se trataba de un pequeño espacio con una magnífica ubicación en el distrito financiero. Pues bien, cuando terminó el contrato con el inquilino anterior, inglés, permaneció vacío durante más de un año (tiempo récord para una ciudad donde la oferta inmobiliaria cambia de una semana a otra). El motivo fue la presencia de una columna central que «interrumpía» el flujo de energía: nadie en Hong Kong quería correr el riesgo de trasladar su actividad a un entorno «desafortunado.»
La señora francesa que finalmente aceptó el desafío y el riesgo de ver afectado su negocio, aprovechó una gran ocasión, ya que lo alquiló por la mitad de lo que pedían.
Cada año, los maestros de Fēng Shuǐ realizan horóscopos y almanaques personalizados, dando al cliente una serie de consejos relacionados con las fechas y actividades que se llevarán a cabo: indican el día más propicio para los negocios, el mejor día para viajar sin riesgos, la mejor fecha para iniciar una nueva actividad y mucho más, incluso el mejor día para cortarse la barba o el pelo. Por no hablar de cómo influye el poder del Fēng Shuǐ en el día en que uno nace o se casa.
Saludos desde Hong Kong, donde ya es mañana.
Photo Credits: HONG KONG by Miquel Fabre