Lijiang: la puerta sur para Tíbet.
Esta historia cuenta cómo en lugar de tomar el autobús de línea que va desde Lijiang al Lago Lugu – el hogar de los Mosuo, la última tribu matriarcal, – Fuimos engañados por un conductor loco y llegamos al lago después de diez horas de aventuras.
De Dali a Lijiang
Dejamos a atrás Dali para llegar a Lijiang en una minivan cómoda rebosante de turistas alemanes en chanclas y campesinos yunnaneses con un poncho mexicano falso que me recuerda a la publicidad de verano famosa en Italia… ayayay, cuando calienta el sol no se puede desturbar la siesta!
El conductor se enfada porque llegamos cinco minutos tarde. Lo miro con cara de culpa, pero por desgracia teníamos un compromiso ineludible: Feng tenía que pintarse las uñas de negro.
Esto no se lo decimos, pero se calma tan pronto ve los 160 Kuai acordados la vigilia anterior (el asiento en el minivan lo ha reservado Lily, la fantástica dueña del hostal, Lilypad).
El viaje Dali-Lijiang – cerca de cuatro horas en la autopista – fluye tranquilamente entre Feng que toma fotos improbables a través de la ventana y el conductor que canta canciones pop tibetanas.
Al llegar a Lijiang nos perdemos en el laberinto de callejuelas que componen la ciudad vieja, una zona peatonal completamente reconstruida a uso y desuso de los turistas entre calles empedradas, casas de madera y piedra, canales rodeados de jarrones de flores, cascadas e incluso un molino de viento. Parece que estamos … en un Disneyland para parejas en crisis.
Todo muy bonito tengo que reconocer, en Lijiang no hay una piedra fuera de su sitio y de hecho es uno de los destinos turísticos más populares entre los chinos de bien. Pero no me siento demasiado cómodo en un lugar donde todas las casas de la calle han sido convertidas en restaurantes, tiendas de souvenirs, o restaurantes donde venden souvenirs. Debo decir que yo prefería Dalí, quizá menos elegante, sin duda más sucio, pero al menos auténtica. Lijiang me impresiona tan poco que ni siquiera quiero tomar algunas fotos …
Entonces tal vez para castigarme aún más empieza un diluvio y así que nos pasamos la tarde en un bar tomando té y escribiendo postales psicodélicas (especialmente yo). El día termina con una cena de verduras y pinchos (串, chuan = pincho, uno de los caracteres más explícitos … ) .
De Lijiang al Lago Lugu
De vuelta al hostal, el International Youth Hostel, reservamos dos asientos en una minivan que mañana nos va a llevar al Lagu Lugu en siete cómodas horas, o al menos eso nos dicen. La minivan ofrece varias ventajas sobre el autobús, y todas relacionadas con nuestra descarada pereza:
- No tenemos que ir en busca de una conexión a Internet (siempre una incógnita en China) y verificar los horarios del autobús.
- La minivan nos recoge a dos minutos a pie del albergue.
- La minivan nos deja en Lige, la ciudad a orillas del lago Lugu, donde se encuentra nuestro próximo albergue. Contrariamente las paradas de autobús de línea son misteriosas e impalpables.
Es así que a la mañana siguiente nos levantamos a las seis y llegamos puntuales a nuestra cita con la minivan. Lástima que en último momento Feng decide que una tortilla de harina con huevo es justo lo que necesita para comenzar su viaje y se desvanece antes que la pueda encadenar al asiento. El conductor se cabrea pero como todavía no hemos pagado decide esperar.
Feng vuelve diez minutos después canturreando y trotando, feliz con sus tortillas. La miro fijamente con una mirada asesina, pero no le digo nada. Ella con una gran sonrisa dibujada en la cara pregunta:
«Shenme?» Como las sirenas de Ulises, nadie puede resistirse a Feng, ni siquiera el conductor (cuidado con las mujeres chinas chicos … un día u otro os romperán el corazón). Así que todos en paz… partimos!
En el minivan somos siete. Yo, Feng, el conductor y otras dos felices parejas. Soy el único que no tiene los ojos rasgados, pero no me quejo.
«Son mejores los chinos que los alemanotes en chanclas!» Me digo a mí mismo. Después de dos horas de camino de tierra y sólo veinte kilómetros recorridos hacemos parada de descanso. Ese es el camino que tenemos por delante:
«Almenos no es de tierra…» pienso. Pero la diversión todavía está por llegar. Alrededor del mediodía, después de la undécima parada, el conductor hace una propuesta a la expedición, que después de diez minutos de discusión, se acepta con una mayoría cualificada. Obviamente, yo no tengo la menor idea de lo que se ha discutido, ni he dado mi consentimiento. Pero nadie me lo ha pedido, de todos modos sólo soy un pobre diablo blanco medio empanado. Feng me dice:
«El conductor dice que se tiene que pagar cien kuai por el acceso al lago, pero el es del lugar y conoce una carretera secundaria que nos permite eludir los controles de entrada. Quiere sólo cincuenta kuai!» No estoy en absoluto emocionado:
«Eso es lo que yo entiendo, me estás diciendo que nos vamos a meter por un camino de cabras conocido sólo para ahorrar cinco euros? Y please no me hables de carreteras secundarias, porque la que estamos haciendo ya es más que secundaria…» No sé por qué, pero no me fío ni un poquito de este conductor …
«Sí, ni siquiera yo estoy muy convecida», me confiesa. Y continúa: «Espera a que voy hablarlo de nuevo.»
El «atajo»
Y otra discusión en chino, pero no hay nada que hacer. El conductor pone sobre la mesa una pantomima a la desesperada (hay trescientos kuai en juego para él, más de 30 Euros…) y los otros expedicionarios lo apoyan. Feng y yo somos los únicos que no hemos aceptado «el acuerdo», pero al final nos resignamos a seguir a la mayoría. Me digo a mí mismo que la minivan ha sido recomendada por el hostal (gracias chicos eh!) y debe saber lo que está haciendo. Como sucede cada vez más a menudo, me equivoco …
El conductor intenta meterse entre el camión y el barranco.
Mientras tanto, se nos unen varias familias de turistas con sus minivans una alegre comitiva de aspirantes a clandestinos. Los conductores son todos amigos de nuestra amado guía, situación que no hace sentirme mejor. En un punto giramos a la derecha para sortear la puerta de entrada al lago y nos vamos dirección a la montaña hasta que nos topamos con una agradable sorpresa: el camino está bloqueado por obras. O más bien, el camino está todavía en construcción. Quizás pienso:
«Ok, ahora el conductor se convenció de que está haciendo una estupidez y nos llevará hacia abajo de nuevo.» Pero la neurona que lleva mi pensamiento no tiene tiempo para llegar a mi cerebro, porque al conductor obsesionado con sus trescientos kuai, acelera y se intenta meter entre el camión y el barranco (ver foto arriba). Las ruedas resbalan porque llovió toda la noche y da la impresión de que vamos a ir derechos hacia el precipicio. Frena bruscamente y nos salvamos. Me encabrono. Empiezo a insultarlo en italiano – mi chino no me permite arrogancias – y bajo de la minivan arrastrando Feng.
Esta es la perspectiva desde mi ventanilla.
El conductor se baja y se pone a confabular con sus colegas, ergo sus pilotos compatriotas.
La carretera «oficial» es la que transcurre abajo del acantilado, nos explican. Yo contesto, con gestos, prefiero bajar a pie que arriesgarme a rodar acantilado a abajo con la minivan en compañía de estos turistas atontados que arriesgan sus vidas y la de sus hijos para ahorrar cinco euros.
Ahora estoy más desconcertado que enojado. Me pregunto cómo la gente puede arriesgar tanto por tan poco. Los chinos me miran como si estuviera loco. «¿Cómo… estamos ahorrándonos cinco euros, y no te alegras?» parecen preguntarme.
Otros minutos de negociación y se toma la decisión. Todos los turistas vendrán conmigo por la pendiente, mientras que los conductores volverán y pasarán el check point: Ellos son nativos Mosuo y no pagan el peaje.
Turistas Chinos aspirantes a infanticida/suicida.
Después del punto de control, subiremos de nuevo a la camioneta y llegaremos felizmente a lago para la cena.
Media hora más tarde estamos otra vez en marcha, con el conductor que indica orgulloso en el horizonte:
«Ya casi llegamos, el lago está detrás de esas rocas.»
Dice la verdad. Lástima que para ser «detrás de esas rocas» faltan aún tres horas de curvas cerradas. La carretera está en construcción, no hay barandilla y el conductor tiene hambre: combinación mortal que nos hace arriesgar nuestro pellejo en varios adelantamientos en curva. No es la primera vez que me topo con curvas de este tipo, un poco de viajes hice en mi vida … Pero un conductor tan loco nunca me lo había encontrado. Entonces, finalmente lo conseguimos: El Lago Lugu nos saluda con un guiño.
Lago Lugu: la aldea de Lige, donde pasamos la noche
Después de las fotos y las despedidas habituales con nuestros compañeros de viaje, nos hacemos llevar a Lige, el pueblo de nuestro albergue, que, para variar, se llama Youth Hostel.
Hacemos el check in y nos vamos de inmediato en busca de un lugar para saborear la cocina local. Encontrar la calle de los restaurantes no es nada difícil, ya que el pueblo se extiende sobre una única carretera que discurre a lo largo de la playa. Así que pronto descubrimos que Lige se come carne asada. Y nada más.
Luego nos sentamos en uno de los muchos restaurantes al aire libre donde sirven carne de cerdo y pollo asado adornados con verduras, setas y berenjenas que fácilmente se pueden cocinar en la parrilla que se encuentra en el centro de la mesa … Un paraíso!
Explorando el lago Lugu
A la mañana siguiente nos levantamos temprano para ir en busca de un medio de transporte que nos permita explorar el lago, que si te fijas bien en el mapa, tiene un perímetro bastante grande y entre otras cosas tiene forma de una pata de oso…
Se parece a una pata de oso, ¿no?
Como de costumbre, basta con querer pagar para encotrar alguna solución. Negociamos con una mujercita dispuesta a darnos un paseo en el lago con su minivan, pero nos pide trescientos Kuai. Un poco caro…
Feng, mujer de muchos recursos, vuelve al hostal y reúne a cuatro aspirantes a Indiana Jones con el fin de rebajar el precio a cincuenta Kuai por cabeza.
Y así, incluso si esta lloviendo a cántaros, partimos.
Entramos en Sichuan y paramos varias veces, todas debidas a la misma enfermedad: la fotografía.
¿Cómo resistirse? A pesar de la incesante lluvia el espectáculo es onírico, difícil describir con palabras, y mucho menos con un simple artilugio capturador de luz …
El Mar de Hierba
Pasamos por Xiao Luoshui y Zuosuo (donde compro los billetes que en dos días me van a permitir dejar Yunnan por los pandas de Chengdu) hasta llegar al Caohai Qiao (Puente del Mar de Hierba), también conocido como el Puente del Matrimonio Andante, que descaradamente cruzamos sin casarnos.
De hecho, incluso ni los Mosuo se casan aquí, la práctica de los matrimonios adantes es una curiosa ceremonia en la que las mujeres de Mosuo eligen (o cambian) a su pareja sexual.
Mar de Hierba!
Al final del puente hay un mercado en lugar pintoresco donde uno de nuestros compañeros de aventura es persuadido por su novia para comprar un sapo que pesa una kilo o dos: se lo comerán para la cena, me explican, si son capaces de matarlo. Parece que el sapo es uno de los animales comestibles más difíciles de descuartizar (su palabra), principalmente debido a su peculiar característica de expulsar sangre por todos los orificios apenas perforados.
Lugar donde se encuentran el Lago Lugu y el Mar de Hierba
Un caballo nada tranquilamente en el Mar de Hierba…
Dejamos detrás el verde eléctrico del Mar de Hierba para sumergirnos en el azul profundo del lago reflejo de los colores de un cielo caprichoso.
Volvemos a Yunnan a través de Luoshui, donde las inmigrantes del sudeste asiático se hacen pasar por prostitutas Mosuo, y completamos el recorrido por el lago en Lige repitiendo una (merecida) cena de carne asada (esta vez pollo) y berenjena.
Zhaxi el legendario
Cenamos a orillas del lago mientras un camarero de aspecto peculiar y completamente rapado intenta tirarle los trastos a Feng con perlas tipo:
«嘿美女你的英语不太好嘛!» (Hey meinu ni de yingyu bu tai hao ma!)
Que traduciría «Hey guapa tu inglés no es muy bueno!»
al cual Feng responde un poco enojada:
«你的英语跟好吗?»¿A caso el tuyo es mejor?
y el:
«是的,» (que en este contexto significa «sì»), logrando así la difícil empresa de no pronunciar una sola palabra en Inglés durante toda la noche.
El local de Zhanxi, el playboy
Y es durante esta simpática escaramuza que Feng se da cuenta que estamos cenando en el restaurante de Zhaxi, el legendario Playboy Lago Lugu. Luego empieza a relatarme cómo Zhaxi se convertido en el más famoso seductor al oeste de Kunming:
Se llama Zhaxi, pero la gente lo llama Príncipe de los Mosuo. Famoso por su belleza y sus artes de seducción. Si le preguntas cuántas mujeres han sucumbido a sus encantos, te mostrará un brazalete de perlas contándote que añade una nueva perla por cada chica conquistada.
preguntamos por ahí y descubrimos que al parcer el brazalete contiene ciento ocho perlas.
Estoy un poco decepcionado…
Pero entonces pienso en que Zhaxi lo consiguió entre las aldeas de Lige, Luoshui y Zuosuo – no es lo mismo que entre Roma, Madrid y Milán – por lo que supongo que debe haberse llevado a la cama todas las mujeres disponibles entre Lijiang y Shangri-La .. has visto estos Mosuo!
Pregunto si es posible encontrarnos con él – me doy cuenta de que la solicitud suena un poco frívola – pero el peculiar camarero responde. Zhaxi esta «dando una vuelta».
Sí claro, ahora le dicen dar una vuelta … a estar tratando de meterse dentro las bragas de una matriarca.
En barca por el lago
Al día siguiente, trascurre tranquilamente entre un paseo en bicicleta y un viaje en barco con una mujer Mosuo al volante (media hora a veinte Kuai).
Para el deleite de Feng por noche asistimos al espectáculo típico de la zona (se trata del vídeo al principio del artículo) y al día siguiente nos vamos a las seis, destino a el Monte Emei, el Gran Buda y, posteriormente, los Pandas!
Para saber más sobre los Mosuo y sus tradiciones puedes leer: Mosuo, la última tribu (casi) matriarcal
Photo Credits: Photos by Sapore di Cina