Cuando vives fuera de casa, y más aún en el caso de vivir lejos de tu país, es un gran contratiempo ponerse enfermo (y no tener un seguro de salud “cubre-todo”). Puede que no sepas a dónde acudir, si hay que pagar o no, o simplemente puede que te asuste el hecho de que te atiendan en un hospital foráneo. Por esta situación pasan miles de extranjeros que viven en España cuando necesitan atención médica.
He trabajado 8 años como enfermera en España y puedo contar con los dedos de una mano el número de chinos que he atendido durante toda mi experiencia laboral. Y como la comunidad china es bastante numerosa en nuestro país, siempre me pregunté (y creo que no sólo yo) por qué no veíamos chinos en los hospitales nacionales. Así que cuando me decidí a estudiar chino (2010), tuve la excusa perfecta para profundizar en este tema.
Este artículo es el resultado de tres años de investigación sobre este fenómeno. Quería saber qué hacen los chinos cuando se ponen enfermos, qué recursos utilizan y cuáles son sus prácticas más habituales. A pesar de que el grosso del estudio lo centré en la comunidad china residente en Barcelona, varios aspectos que mencionaré son extensibles al resto de España e incluso a otros lugares de Europa. Tal es el caso de Italia, donde tanto la comunidad china localizada allí, como su sistema de salud, guardan muchas similitudes con sus homólogos españoles.
Entendiendo el origen y la situación de la comunidad china en España
Lo primero que hice, pues, fue convertir este fenómeno en el centro de atención de todas mis investigaciones académicas de aquel periodo de mi vida. Así que me puse a leer decenas de artículos y todo material relacionado con la comunidad china localizada en España.
En este apartado expondré las características de esta comunidad que eran relevantes para mi estudio y que saqué en claro de aquel escáner bibliográfico. Si quieres conocer en profundidad aspectos más generales sobre los chinos que viven en España, te recomiendo que leas este completo artículo.
El perfil del emigrante chino convencional
A través de las lecturas descubrí, por ejemplo, que la llegada más numerosa de ciudadanos chinos a España se remonta a la década de los 80, cuando los negocios que los huaqiao 华侨 (o chinos en el extranjero) tienen en otros mercados del sur de Europa comienzan a saturarse y en nuestro país la transición democrática avecina prosperidad económica.
Actualmente en España residen casi 200.000 chinos (datos del último censo de extranjeros del Instituto Nacional de Estadística español, 2016). Evidentemente hay diferencias por edad y género, pero existe una marcada tendencia demográfica. El perfil del emigrante chino típico es el de un hombre en la treintena (las mujeres no encajan tanto en este grupo), que decide seguir los pasos de otros compatriotas que han logrado hacer fortuna en el extranjero. La gran mayoría son originales de ciudades de segunda y tercera categoría al sur de Shanghai. Generalmente llegan con un nivel educativo básico y, de los que tienen estudios superiores, pocos han podido ejercer su profesión en su lugar de origen.
El éxito de los proyectos migratorios de la comunidad china en el extranjero no se entiende sin conocer previamente el concepto del guanxi (关系) o, en chino, las relaciones interpersonales, los contactos. Las personas hacen uso de sus guanxi para pedirles favores que teóricamente les serán devueltos en el futuro de una u otra manera.
Gracias a este sentido de la reciprocidad y de la ayuda mutua, los individuos no dudan en solicitar favores a sus guanxi para que les empleen en sus negocios, les presten dinero, etc. Así es que normalmente un hombre en edad productiva es el primero que emigra y llega a trabajar al negocio que algún pariente o compatriota (de entre sus guanxi) ya tiene en la sociedad huésped.
Suelen trabajar de sol a sol durante el tiempo necesario para conseguir el dinero suficiente para montar su propio negocio. Viven en condiciones extremadamente básicas y tampoco tienen tiempo para el ocio, así que en un periodo razonable ya son capaces de ahorrar lo justo para emprender (y lo que les falte, lo pedirán prestado a sus guanxi).
Llegados a este punto, la mayoría inician procesos de reagrupación familiar: generalmente se solicita la llegada de la esposa y luego de la descendencia u otros parientes. Y así sucesivamente: los familiares y amigos recién llegados iniciarán sus proyectos personales y profesionales en los negocios de sus antecesores (respetando las normas de reciprocidad entre sus guanxi). La realidad es que los fuertes lazos que esta comunidad mantiene en el extranjero la convierten en una base sólida para un mercado próspero.
Otros perfiles de chinos residentes en España
Pero obviamente no todos los ciudadanos chinos en nuestro país cumplen estas características. También hay, aunque en cantidades mínimas, profesionales chinos especializados que vienen a trabajar en empresas nacionales o internacionales, o bien los que lo hacen de manera freelance, (analistas de mercado, corredores de bolsa, etc.).
Otro grupo aislado lo componen los estudiantes de intercambio que, por lo general, no se mezclan tanto con la comunidad china expatriada, sino con otros estudiantes internacionales (también los hay que viven conectados a sus parientes y amigos en China y que no hacen vida en el país de acogida durante el periodo de estudios).
Un último grupo, más numeroso éste, lo forman los chinos de segunda y tercera generación, es decir, hijos o nietos de emigrantes, nacidos en España. Coloquialmente conocidos como plátanos (香蕉人), ya que se dice que son “amarillos por fuera, blancos por dentro”. Y es que ellos y ellas, al haber nacido y haberse educado en España, tienen unas características distintas al emigrante chino convencional.
Una vez desentrañadas estas particularidades, ya tenía un esbozo del perfil del emigrante chino típico en España, pero no había encontrado nada de bibliografía sobre sus prácticas en cuanto a la salud. Fue entonces cuando tuve la suerte de conocer a Mariana.
Mi experiencia colaborando con la asociación
En aquel tiempo, yo trabajaba en un equipamiento municipal para personas sin hogar en la ciudad de Barcelona. Un día, llegó a las puertas del centro una persona de origen chino acompañada por Mariana, una mujer que la había encontrado pidiendo limosna a la salida de un supermercado y que, de manera altruista, decidió acompañarla hasta allí.
Es extremadamente poco habitual que la comunidad china en el extranjero deje de lado a sus compatriotas, pero la historia de esta persona era también extraordinaria. Mariana, que no quiso desvincularse del caso, venía frecuentemente a visitarla y a ayudarnos con las traducciones.
Al ver que estaba tan en contacto con la comunidad china local, decidí citarla un día fuera del trabajo para charlar con ella. Entonces me contó que acababa de fundar una asociación que ofrecía servicios de acompañamiento y orientación en cuestiones de salud a los chinos residentes en Barcelona.
Mariana había vivido en China con anterioridad y había visto de cerca la imposibilidad de algunos ciudadanos chinos de costearse los tratamientos médicos que necesitan (en China el servicio médico es íntegramente de pago). Al mismo tiempo, se había percatado de las dificultades de los ciudadanos chinos en España para acudir al médico.
Así que decidió formar una asociación sin ánimo de lucro, que ofreciera acompañamientos al médico a los chinos cobrándoles unas pequeñas tarifas por cada servicio. De esta manera, el dinero de los huaqiao (chinos en el extranjero) revertiría directamente en los compatriotas enfermos en el gigante asiático.
De aquella entrevista surgió nuestra colaboración: a mí me interesaba conocer de primera mano las prácticas de los chinos en España, y Mariana necesitaba a una persona que le ayudara a coordinar la asociación, ya que ella tenía previsto regresar a China a vivir de manera indeterminada.
Qué hacíamos
Mariana ya se había encargado de convocar a unos cuantos estudiantes de chino, deseosos de practicar el idioma además de colaborar con la causa. Ellos eran los responsables de hacer los acompañamientos al médico y las interpretaciones. Siempre que podía me unía a ellos, primero para aprender, y segundo para gestionar las próximas visitas y estar al día de los procesos de cada uno.
Los chinos y las chinas que deseaban contratar nuestro servicio lo hacían por vía telefónica. Mariana había hecho toda la fase de difusión mediante trípticos y tarjetas de visita que había repartido por sitios clave, como el Consulado de China en Barcelona, algunos lugares frecuentados por la comunidad, restaurantes y otros establecimientos.
Cuando nos contactaban por primera vez, concertábamos un primer encuentro para conocer a la persona y que nos explicara su necesidad. Después de valorar la situación de cada individuo, le explicábamos las opciones posibles dentro de los límites del servicio público de salud y decidíamos conjuntamente con él o ella los pasos a seguir. Nosotros nos encargábamos de pedir una primera cita médica y de acompañarles para hacer las traducciones.
A partir de esta primera visita y tras tener la seguridad de que la persona había entendido y estaba de acuerdo con las indicaciones médicas, hacíamos el seguimiento de cada caso. Por ejemplo, les llamábamos frecuentemente para preguntar cómo iban los tratamientos, si habían notado mejora, o cómo se sentían.
Si el médico había sugerido hacer pruebas complementarias o visitar a algún especialista, también hacíamos los acompañamientos pertinentes, siempre que fuera posible, hasta la resolución del problema (pero esto realmente era un reto, ya que la mayoría abandonaban los seguimientos).
De lo aprendido y reflexionado
Esta experiencia me ayudó a comprender algunos de los factores sociales y culturales que se desprenden de este fenómeno. A continuación describo una aproximación a las prácticas más habituales de los ciudadanos chinos cuando se ponen enfermos en nuestro país. Más adelante incluyo la visión de los médicos, como representantes de un servicio público de salud que demuestra algunas carencias reseñables a la hora de atender a extranjeros.
Algunas concepciones y prácticas de los chinos en busca de atención médica en España
A veces los clichés son un reflejo de la realidad. El peligro está en generalizar. No obstante, tras varios años en contacto con la comunidad china, no sólo con la que vive en el extranjero sino también siendo yo una extranjera en su país, me atrevo a decir que los chinos son personas extremadamente trabajadoras.
En la cultura china está muy arraigado el concepto de esfuerzo, de que la prosperidad y la riqueza (muy ansiadas al mismo tiempo) sólo se consiguen a base de constancia y persistencia. Su lenguaje está repleto de modismos que hacen alusión al no decaer, a superar las desavenencias de manera imperturbable, a las virtudes del esfuerzo inagotable.
Y naturalmente, si ya trabajan hasta la saciedad en su país de origen, mucho más lo harán los que están fuera. Unos, por ahorrar para emanciparse de sus jefes, otros porque necesitarán sacar sus negocios adelante en una realidad regida por burocracias diferentes.
Así es que sus largas jornadas laborales se traducen en una imposibilidad total para acudir a las diversas citas médicas propias de nuestro sistema de salud (primera cita, pruebas complementarias, recoger resultados, seguimientos, etc.).
El sistema de salud chino, al contrario, reúne todo en un mismo día o, a lo sumo, en dos: te visitan, te hacen las pruebas, te dan los resultados y te recomiendan un tratamiento en cuestión de pocas horas. Simplemente pagas todo por adelantado y… voilà! Rápido y eficaz. Sin listas de espera.
Por supuesto que los chinos confían mucho más en su sistema de salud que en el nuestro. No sólo por su celeridad, sino también porque combinan la medicina tradicional y la alopática. Además, el sistema público de salud español, al ser gratuito (se contribuye con impuestos sobre la renta, pero no hay cargos por atención) es, en la mentalidad china, menos confiable que el suyo, que es de pago y, por ende, de más calidad (eso deducen algunos de ellos, aunque yo personalmente no comparto mucho esta opinión).
Por otro lado, y como decía con anterioridad, el objetivo de los chinos en el extranjero es ahorrar al máximo para montar su propio negocio y, una vez lo consiguen, seguir ahorrando para asegurar un buen futuro para sus hijos y una vida sosegada después de la jubilación. Para ello, entre otras cosas, sacrifican ciertas comodidades que nuestra sociedad valora mucho, como es tener una habitación individual, un coche, comer en restaurantes, el ocio o hacer turismo. Por tanto, la mayoría opta por no gastar en un seguro médico privado.
Por su parte, ellos mismos se encargan de proporcionar a sus compatriotas todos los servicios necesarios (made in china) para su día a día en la sociedad de acogida: restaurantes, farmacias, autoescuelas, mercados, servicios de asesoría, imprenta, traducción, agencias de viajes, bancos, compañías de seguros, escuelas, lugares de culto… e incluso médicos (la mayoría de ellos no están legalmente acreditados para ejercer la profesión y lo hacen en consultas improvisadas en domicilios que tampoco disponen de licencias).
Al ser ellos mismos quienes gestionan estos servicios, tienen horarios y funcionamientos mucho más adaptados a los clientes de su mismo origen. En el caso de los médicos chinos, si bien es cierto que tampoco les son de total confianza (saben del intrusismo que invade esta profesión), lo más probable es que en primera instancia recurran a ellos. Al fin y al cabo, piensan, es lo conocido, las citas son concertadas en franjas horarias más convenientes y además hablan su idioma.
Pero puede darse que el problema se resista a los tratamientos indicados por sus compatriotas (la mayoría derivados de la Medicina Tradicional China o de algunas creencias populares). En estos casos, las personas se enfrentan a la disyuntiva de acudir a los servicios de la red pública de salud española, o de esperar a viajar a China a visitar a sus familiares y atenderse en el sistema sanitario de su tierra natal.
Esta decisión dependerá, en general, de la gravedad de cada caso. De esta manera, los problemas de salud que no impiden a la persona continuar con sus actividades de la vida diaria (básicamente trabajar), serán momentáneamente obviados y tratados en un futuro en China. Al contrario, las afecciones que no permiten a la persona seguir con sus rutinas, la obligan a buscar un remedio inmediato que, llegados a este punto, suele ser el de consultar a un médico español.
Aquí es necesario fijar la atención no sólo en los pacientes, en sus actitudes y expectativas, sino también en los médicos, como personas y como representantes del sistema público de salud. Tanto a unos como a otros les influyen una serie de condiciones que dificultan que haya una buena relación entre ambos, y que pueden llegar incluso a hacer que la tentativa fracase.
Factores que influyen en la relación médico (español) – paciente (chino)
Por lo que he visto en todo este tiempo, es precisamente la barrera idiomática la que en más casos entorpece el entendimiento de las dos partes. La incomprensión es total porque, por un lado, hay una carencia casi absoluta de traductores chinos en los servicios sanitarios y, por otro, la mayoría de personas de origen chino sólo tienen algunas nociones básicas de español.
Recuerdo que me sorprendió el caso de una mujer que llevaba once años en España y no sabía ni decir su edad en español. Le pregunté cómo era que, en tanto tiempo, no hubiera aprendido nada del idioma. Ella me contestó, impasible, que de dónde creía yo que podía sacar tiempo para aprender, si llevaba once años trabajando dieciséis horas al día durante los siete días de la semana. Añadió, además, que todos sus compañeros de trabajo eran chinos y que todo lo que necesitaba lo podía conseguir acudiendo a los negocios de sus paisanos.
La mayoría de los que acuden al médico español, lo hacen acompañados de parientes o amigos que hablen el idioma. Pero una gran parte de ellos tampoco están familiarizados ni con el funcionamiento del sistema de salud ni con la terminología médica empleada en Occidente.
Muchos ni siquiera han tramitado la tarjeta sanitaria que les da acceso a los médicos de atención primaria (también conocidos como médicos de familia o de cabecera) y al resto de prestaciones públicas en materia de salud (descuento en las farmacias, atención especializada, hospitalización, etc.).
Una vez en la consulta, suelen encontrarse con un médico o médica que no habla su idioma y que ni siquiera comparte algunas de las creencias y visiones que los chinos tienen entorno a la salud y a la enfermedad (basados sobre todo en los principios de la Medicina Tradicional China). “Dile a la doctora que pierdo energía interna por la boca” es un ejemplo de algunos de los síntomas que teníamos que trasladar al profesional médico.
La Medicina Tradicional China entiende el cuerpo humano de una manera holística. Tal es así, que parte de la concepción de que la energía interna del cuerpo (en chino, Qi 气) circula por una red de conexiones o meridianos que une todos los órganos y funciones corporales. Por decirlo de una manera simple, la enfermedad es producto de una serie de desajustes en estas conexiones que impiden la correcta circulación del Qi.
Como es de esperar, casi ningún médico formado en Occidente tiene el mínimo conocimiento sobre Medicina Tradicional China. En consecuencia, se dificulta muchísimo la comprensión mutua, pues tampoco los pacientes chinos entienden o comparten algunas indicaciones propias de la biomedicina. A veces teníamos que responder al salir de la consulta preguntas del tipo: “Pero… ¿esta cápsula me la tengo que tragar o por dónde me la aplico?”.
Estas discordancias generan impotencia en los médicos y desconfianza en los pacientes. Salvo en algunos casos en que he visto a doctores involucrados en el seguimiento y resolución de casos clínicos de pacientes chinos, la mayoría no ponen demasiado interés y tienden a hacer uso de tratamientos estándar (que no suelen resolver el problema de raíz).
Los chinos, por su parte, comentan que se sienten incomprendidos o cuestionados por un médico que, según perciben, tiene prisa por que abandonen la consulta. Además, normalmente no quedan satisfechos con los medicamentos prescritos, pues no les queda claro para qué sirven, de qué están compuestos y cómo los deben de tomar.
Algunos profesionales sanitarios han detectado el problema y son los primeros en reivindicar un cambio. Para ello, plantean más tiempo en la consulta para cada paciente, un aumento del número de traductores y formación en interculturalidad en el ámbito sanitario.
Lamentablemente, el resto de profesionales e inclusive la administración, prefieren hacer la vista gorda. Los primeros, por miedo a una mayor carga laboral y, los segundos, por falta de interés. Aunque también hay que decir que en los barrios con una mayor presencia de ciudadanos de origen chino (al menos en el caso de Barcelona), existen varias iniciativas para mejorar la calidad en la atención a las personas de esta nacionalidad.
Como último dato, cabe mencionar que muchas de estas experiencias de incomodidad en la consulta médica son transmitidas entre los miembros de la comunidad china mediante el boca a boca. Éstas, añadidas al resto de factores asociados al perfil típico del ciudadano chino residente en España, dificultan más si cabe su decisión de recurrir al servicio sanitario en nuestro país.
En resumidas cuentas
Tenemos, por un lado, a una comunidad (la china) a la que le cuesta pedir horas libres en el trabajo y que no confía plenamente en un sistema de salud (el español) que es, a sus ojos, lento y de dudosa calidad asistencial.
Antes de recurrir a él, por tanto, muchos de sus miembros se decantarán por probar suerte en los servicios médicos regentados por sus compatriotas o, si es posible, esperarán a visitarse durante su próximo viaje a China.
Por el otro lado se sitúan los médicos, quienes representan las carencias de un sistema poco adaptado a la atención de personas de diferentes orígenes. La puesta en escena de ambos actores muestra las incompatibilidades que surgen antes, durante y después de su encuentro. Y el resultado es que el número de chinos que podemos ver en los hospitales o centros de salud en España es muy limitado.
Unas aclaraciones para terminar
Antes de nada, quisiera aclarar que por razones de privacidad, los nombres propios que aparecen en este artículo han sido cambiados.
Las conclusiones a las que he llegado son fruto de mi experiencia personal y obedecen al perfil típico del emigrante chino que he descrito y que abundaba en mi muestra. Pero es justo señalar que existen numerosos casos que pueden no responder a estas tendencias (como por ejemplo, los de los hijos de chinos nacidos en España).
No podría acabar mi relato sin antes agradecer por el reconocimiento que recibimos durante los acompañamientos. Debo decir que tanto de profesionales de la salud como de gente que encontrábamos en las salas de espera, se interesaban mucho por nuestro servicio y nos mostraban su aprobación y admiración.
Lamentablemente, en la actualidad la asociación está disuelta porque los colaboradores dimos prioridad a nuestros proyectos personales. La mayoría vivimos actualmente en China.
Sin embargo, fue una experiencia muy interesante y a la que espero que en algún momento se le pueda dar continuidad. Ojalá que este artículo sirva de inspiración para más iniciativas de este tipo. Me muestro completamente disponible para recibir comentarios, dudas, preguntas o propuestas.
Photo Credits: Traditional Chinese medicine shop by H. K. Tang
Me ha encantado tu esbozo del perfil de esta comunidad tan discreta y tu descripción del estado de la cuestión. Sólo me ha chocado tu denominación de ‘plátanos’ o ‘inmigrantes de segunda y tercera generación’. No estoy nada de acuerdo en llamar inmigrantes a personas que no lo son, no porque sea un término peyorativo- cada vez más-, sino porque contribuye a todo un relato de extranjerización y alienación de personas que no beneficia a nadie, salvo a aquellos que inflan su ego diferenciándose de los que consideran ciudadanos ‘auténticos’ frente a los de segunda o tercera clase. Además cabe preguntarse hasta dónde se es inmigrante. ¿Por qué un hijo de alemán nacido en EEUU es americano y un nieto de chino nacido en España es ‘inmigrante de 3ª generación, aun cuando no se ha mudado de ningún país? Sólo es un opinión, como hijo de inmigrantes en España.
Dicho esto, les paso el enlace a mis amigos médicos para que lo tengan en cuenta, a ver si circula. Saludos.
Tienes toda la razón, aunque la autora no creo que lo use como término peyorativo. Los hijos o nietos de inmigrantes chinos no son migrantes. Gracias por el comentario
Hola Simon, muchísimas gracias por tu comentario. Estoy completamente de acuerdo con lo que dices, no se debe llamar «inmigrante» a quien no ha emigrado. De hecho, yo no lo hago en ningún momento en todo mi artículo, ni para referirme a los hijos y nietos de chinos nacidos en España, ni siquiera para nombrar a los que sí han vivido el proceso migratorio. Si te fijas, hablo todo el rato de ellos como «emigrantes», o incluso «expatriados», o a veces simplemente «individuos chinos residentes en España». Lo hago así precisamente porque soy muy consciente de la connotación peyorativa que ha adquirido el término «inmigrante», al mismo tiempo que muy contraria a marcar diferencias de este tipo entre personas. De todas formas, te agradezco el aviso, una nunca está libre de cometer errores o de tener despistes.
Me alegro, por otro lado, de que te haya gustado el artículo y de que lo hayas difundido entre tus amistades y conocidos. Espero que sirva para tener una visión un poco más «desde dentro» de este fenómeno.
Un saludo.